25/8/10

La autopista del sur

Hace un par de años el programa de Radio 3, La Ciudad Invisible, le hizo una entrevista al joven escritor y físico Agustín Fernández Mallo. Como es costumbre en el programa, la presentadora le pidió que dijese una Ciudad Invisible, a lo que él respondió: “la Red de Autopistas del Estado”. “¿Cómo?”, preguntó. “Sí, puedes vivir en ellas sin salir jamás. Hay comida, camas, combustible, gente, compañía, incluso a veces cobertura de móvil”. Al parecer, el miembro más destacado de la llamada Generación Nocilla se encontraba de vacaciones en ese momento, y de ahí, su respuesta. Pero en cierta medida, podría decirse que una de las ciudades más visitadas durante el periodo vacacional es esa ciudad invisible inventada por Fernández Mallo.

Hay personas que incluso hicieron de la carretera su vida, como es el caso del escritor Jack Kerouac, que así lo reflejó en su novela On the Road, un libro que desde aquí recomiendo y donde se narran las alocadas aventuras de Sal Paradise, álter ego de Kerouac, y su compañero Dean Moriarty, pseudónimo de Neal Cassady, recorriendo los Estados Unidos de Este a Oste y de Norte a Sur, fascinados por sus paisajes, por el jazz, por las drogas y por las mujeres.

Pero si hay algo intrínseco a la carretera y a las autopistas: eso es el atasco, que puede convertir esa ciudad invisible de Fernández Mallo en un auténtico viaje a la desesperación o en una oportunidad para comenzar un romance. En el año 1966, Julio Cortazar escribió el libro Todos los fuegos el fuego, donde se incluye un relato titulado La autopista del sur. El cuento narra un embotellamiento que se produce en la autopista entre Fontainebleau y París y que se prolonga en el tiempo de una manera exagerada, llegando a durar varios días. Las relaciones que se establecen entre los individuos durante el atasco, esa pequeña comunidad de vecinos que dura lo que dura el embotellamiento, es lo que Cortazar nos quiere mostrar, cómo puede llegar a ser mas emocionante y humana la vida en ese atasco que en cualquiera de nuestras modernas ciudades.

Esta situación que nos plantea Cortazar y que a priori parece ciencia ficción, se produjo hace unos días en una carretera del norte de China, en la que miles de coches llevan, inverosímilmente, 10 días atascados. Amante como fue de las casualidades, Cortazar se habría divertido bastante sabiendo que uno de sus relatos se ha hecho realidad, que los pobladores de los municipios limítrofes a la carretera del atasco de China hacen negocio vendiendo comidas y bebidas, y que los ocupantes de los vehículos pasan el tiempo durmiendo, caminando o jugando a las cartas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario