18/11/09

Bailar sobre Arquitectura

El guitarrista y compositor estadounidense Frank Zappa supo sintetizar genialmente en una sola frase la vacuidad inherente a toda crítica musical: “hablar sobre música es como bailar sobre arquitectura”. Pero además, acababa de construir una fantástica paradoja con la que poder definir aquellos proyectos de danza contemporánea que son pensados especialmente para un determinado edificio, como es el caso del trabajo que la compañía Sasha Waltz & Guest presentó para la inauguración del MAXXI (Museo Nacional para las Artes del Siglo XXI de Roma) el pasado fin de semana.
Proyectado por el estudio Zaha Hadid Architects, el nuevo MAXXI de Roma se asienta sobre el antiguo cuartel militar de Montello, del cuál se ha conservado el bloque principal de la fachada. Lo conforman varios volúmenes de hormigón que nacen incrustados ligeramente en el antiguo cuartel para después curvarse, sinuosos y escultóricos, a lo largo y ancho del solar, como si la paradoja aquí buscada fuese construir el movimiento.
Es en los amplios y curvos interiores todavía vacíos de este museo, y a lo largo de la enmarañada escalera-rampa que los atraviesa, recorre y conecta, donde Sasha Waltz & Guest ha tratado de llevar a cabo ese paradójico baile sobre la arquitectura que es su trabajo Dialoge 09. Deslocalizados y dispersos por los distintos espacios del museo, los miembros de la compañía (en grupos, solos o en parejas) van aprehendiendo todos y cada uno de los rincones del museo: utilizando a veces grandes cintas negras desplegadas por el suelo que arrastran como si fuesen gusanos; trazando con tizas negras trémulas líneas en la pared que avanzan lentamente y en silencio; evitando ser arrastrados por el viento que impulsan un grupo de gigantescos ventiladores situados en mitad de una de las salas; dibujando con el cuerpo el desgarrador llanto de un violonchelo situado en una esquina anodina de la última planta; dejando pasar el tiempo, de pie e inmóviles, sobre una barandilla que difícilmente puede uno imaginarse que hubiese sido pensada para ello; avanzando entre el publico con sendas varas de madera en las manos, palpando paredes, techo y suelo como si fuesen las antenas de un insecto gigante; o un sin fin más de pequeñas acciones que van dotando de vida los distintos rincones del museo, y obligando al público a tener que desplazarse por el edificio a través de las rampas y de las escaleras en busca del baile o de la acción que mejor construya su particular estado anímico.
Sin duda, es ésta una manera original de explorar un espacio arquitectónico llevado de la mano de una coreógrafa.

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